Jean Genet en Tánger

DECADENCIAS

Mohamed Chukri (1935-2003) fue un notable escritor marroquí del norte, nacido cerca de Tetuán, entonces capital del protectorado español. Vi varias veces a Chukri en Tánger, donde vivió la mayor parte de su vida. Hablaba bien español y francés, pero escribió en árabe. Le gustaban la noche y las putas. Y le gustaba la vida libre. No creo que los actuales Hermanos Musulmanes fueran lo suyo.

Criticaba aquel mítico Tánger internacional que se fue apagando lentamente, pero le gustaban sus estrellas. Una de sus más hermosas novelas es El pan desnudo (con fondo biográfico) que Juan Goytisolo prefiere traducir –es lo mismo–El pan a secas. Cuando Chukri vio a Jean Genet (1910-1986) en Tánger, en noviembre de 1968, enseguida lo quiso conocer aunque sabía la fama de solitario y asilvestrado del francés. A tenor del diario que escribió sobre su relación con Genet, Jean Genet en Tánger (publicado por Cabaret Voltaire) es difícil decir que fueran amigos o que Genet los tuviera…

Se trataron con cordialidad, hubo charlas, encuentros, alguna confesión de intimidad y poco más. A Genet no le gustó saber que Chukri escribía sobre él.

Lobo estepario, melancólico, amante siempre de los marginados y de la causa palestina, Genet vestía con desaliño pero se alojaba en El Minzah, un hotel de lujo. Genet desdeñaba a los célebres trasterrados o visitantes tangerinos (Bowles, Tennessee Williams, no habló de Burroughs), pero lo cierto es que aunque él no usara de ningún glamour –o el suyo fuera distinto– buscó en Tánger lo mismo que los demás: sensación de lejanía, una vida más limpia y ardida que la de Occidente y, naturalmente, chicos. Porque ese Tánger fue una meca de la homosexualidad fácil y sin etiquetas. No fue la única contradicción de Jean Genet, parte de su tormento y de su gloria, como la fama literaria.

Los encuentros que Chukri anota van de 1968 a 1974 y son tres viajes de Genet a la ciudad. Todavía volvió en 1980, pero eso Chukri ya no lo detalla respetando el gusto de Genet. Queda un retrato impresionista de un hombre dolido, que siempre buscaba los márgenes y compañeros masculinos singulares, como ese El Katrani de 1974 (25 años) que es un gran putero pero se hace íntimo de Genet, que terminará adoptando al hijo que El Katrani tiene años después, Azzedine.

A Genet le gustaban los hombres jóvenes, duros y turbios que terminaban queriéndolo –aunque él guardaba su independencia– como un padre/amigo. El Katrani murió en un accidente de coche a fines de 1987, apenas un año después de que Genet fuera enterrado en Larache, en un cementerio medio abandonado de legionarios españoles (Chukri habla de un cementerio «cerca de un antiguo cuartel de la armada española»).

La semblanza de Genet tiene mucho de triste. Es un hombre altivo, a contrapelo, pero avejentado. Como digo, el rápido y poliédrico retrato de Chukri es buen impresionismo. «¿Sabe que El Katrani se ha convertido para mí en la enfermedad y en el remedio?». Como sea, aquella ciudad que muchos amamos dejó ya de existir definitivamente.